No lo vimos venir

Así es, no lo vimos venir, creímos que el estallido social era el inicio de un proceso de emancipación popular.

Pero no fue así, nadie le alcanzó a tomar la patente al camión que atropello nuestros sueños y esperanzas de un mejor país, más justo e inclusivo.

Es que parece que esos eran nuestros sueños y esperanzas y no los de la mayoría popular.

Aquella que no lee, nadie le ha inculcado el hábito de la lectura, aquella que por su misma ignorancia es susceptible a ser influenciada por el miedo y la mentira.

Mayoría popular, que no manifestó, por tanto, intenciones de liberarse del yugo neoliberal, porque no lo siente su yugo, el que ha estado solo en nuestra imaginación ideológica.

Mayoría popular que ha sido víctima y victimaria a la vez.

Víctima de los abusos e injusticias del modelo neoliberal, y también victimaria de una de las fórmulas diseñadas para superarlo (el plebiscito).

En serio, no lo vimos venir y aquí están los resultados, una gran derrota, solo comparable con la sufrida el 11 de septiembre de 1973, pero está vez a través del voto popular mayoritario.

Tampoco vimos venir, que una instancia constituyente es algo serio, en la que no nos podíamos darnos el gustito de mentir, disfrazarnos de monos, votar en la ducha y otros numeritos similares.

Tampoco vimos venir una campaña, la de la derecha, plagada de mentiras en la que aprovecho las debilidades de la CC, para desprestigiarla junto con mentir respecto de la propuesta de nueva Constitución, tergiversando sus alcances.

Además, no vimos venir, que no bastaba con las movilizaciones masivas cómo para cantar victoria y celebrar anticipadamente el triunfo del RECHAZO.

Miedo

Que, de todas maneras, no vimos que para lograr una mayoría de verdad se requería luchar para elevar el nivel de conocimientos de un pueblo aplastado por tantos años de neoliberalismo individualista. Un pueblo que, y aunque duela reconocerlo, siente y piensa que este modelo, el único que han conocido, les da la opción a través del chorreo superar y mejorar sus condiciones de vida, y que se asusta ante la promesa de otro que desconocen y que les genera una lógica incertidumbre.

Entonces, es entendible que tengamos rabia e indignación por el resultado del plebiscito, pero también tenemos que tomar en cuenta nuestros errores propios o no forzados cómo se dice ahora, y por sobre todo la capacidad de convencimiento de una derecha, la que está vez solapada y encubierta, por la vía de pseudos organizaciones de la sociedad civil, constituidas ad hoc para el plebiscito, logro y obtuvo las castañas con las manos del gato, obteniendo un triunfo, más bien dicho capitalizando el descontento contra la clase política, y no solo contra el actual gobierno.

Nos esperan días difíciles, el camino hacia una nueva Constitución será áspero y con muchos ripios y obstáculos en el camino.

La derecha y la clase política volvió a tener la manija de cualquier proceso constituyente que se diseñe, y todo hace pensar que, si lo hay, este será con nuevas reglas del juego, que no permitan avanzar realmente en un Estado social, democrático y de derechos, y que mantenga los privilegios de unos pocos.

Otros caminos

Por ahora, a lamernos las heridas dejadas tras la derrota, y pensar en lo que hicimos mal y bien, teniendo presente que cualquiera que sea el camino que se quiera seguir, tendrá que considerar otra forma de acercarnos al mundo popular, con una nueva pedagogía política, lejos de estigmatizarlos, y asumiendo sus inquietudes legítimas cómo en el tema de la seguridad y el narcotráfico, este último, enquistado en el mundo popular.

Solamente a través de una nueva relación de quienes. nos definimos como progresistas o izquierdistas, horizontal y sincera con el mundo popular podremos avanzar en una sólida construcción de un país mejor, para todas y todos.

SERIA BUENO ENTONCES QUE MEJOREMOS NUESTRA VISIÓN PARA QUE LA PRÓXIMA VEZ SI LO VEAMOS VENIR, PERO CON NOSOTROS DENTRO.