Si llega a caer enfermo

“…cuando nos hemos organizado para luchar por una salud digna,
es precisamente la ciudadanía quien nos critica.  Dicen que somos flojos, que demos un paso al lado sino queremos trabajar”.

“Creo que no hay mayor alegría que ver salir a un paciente.  Hemos tenido pacientes que han estado al borde de la muerte y luego lo ves salir”

Los días avanzan y la lucha que como ciudadanía estamos dando contra el coronavirus parece no darnos tregua.  Las emociones se alteran por el encierro.  Sabemos que debemos cuidarnos, sabemos que debemos guardar distancia, algunos bajo el trabajo remoto, compatibilizando labores propias de ese mundo frio, con aquellas pertenecientes al ámbito doméstico.

Nuestras primeras líneas en la defensa de la salud entregan todo de sí para mantener la esperanza en alto y brindar la contención necesaria.  Entre ellas está Marcela.  Ustedes se preguntarán quién es ella…bueno, es con quien tuvimos la enorme satisfacción de conversar.  Trabaja hace 13 años como Técnico en Enfermería, en la UCI de adultos del Hospital Base de Puerto Montt.  La distancia que nos da la llamada telefónica se vence a cada momento, por la bondad de su historia.  Así fue y permítanme compartirla con ustedes…todo comenzó con una llamada: aló, habló con Marcela Salinas Barría?.  Soy Betty Boom quisiera conversar contigo.  Tienes tiempo ahora?

“Si, vengo recién saliendo de turno.  Recuperándome de 24 horas en la pega. Volviendo al mundo. Conversemos”, su voz es gentil y la disposición estuvo al instante.  Aquella misma disposición que tuvo su madre, funcionaria también de salud, cuando una pequeña Marcela la acompañaba hasta el antiguo hospital  “Ella trabajaba en la sección maternidad.
Fueron 43 o 44 años que se desempeñó ahí.  Cuando el Hospital estaba frente al Arriarán Barros, ahí donde está la Intendencia Regional. Yo muchas veces fui con ella.
Veía las guaguitas cuando estaban recién nacidas.  Me gustaba ir”
sostiene y me señala que su madre hoy es una mujer octogenaria  “Hoy yo cuido de ella, me ha costando que se quede en la casa.  Le gusta salir.  Hoy tampoco puedo vivir con ella, por temor a contagiarla.  Creo que eso ha sido muy difícil para mí” añade con voz nostálgica.

Me cuenta que cuando recién empezó quiso estudiar, sin embargo, las universidades estaban lejos de Puerto Montt “Las Universidades estaban en Valdivia o Punta Arenas, encima me casé joven, a los 21 años.  Después estudié en las capacitaciones que hacía el propio hospital.  Después esas capacitaciones la tomaron las Universidades y sacaron la carrera de Técnico en Enfermería” aclaró.

Fue a los 23 años cuando entró a trabajar al hospital de Puerto Montt “Comencé en maternidad en un reemplazo.  Luego estuve en cirugía por 14 años, allí teníamos 24 pacientes por persona y en cambio en la UCI eran sólo 3.  Entonces, cuando me ofrecieron irme a la UCI acepté.  Pensaba que sería menos carga laboral.  Sin embargo, cuando llegué allá me di cuenta que era totalmente distinto. Un sólo paciente te puede tener todo un día ocupada”.

“Me encanta mi trabajo en la UCI.  Es agotador, no en lo físico sino
en lo mental.  Trabajas bajo presión durante toda la jornada.  No tengo miedo.  Yo estuve, cuando tuvimos la crisis del H1N1.  Tengo respeto pero no miedo.  No por mí, sino por mi familia.  Yo vivo con mi madre y una tía, ambas octogenarias.  Por ellas, tuve que salir de mi casa e irme a vivir con mi hija a otro lado.  Solo por protegerlas a ellas.  Tú nunca sabes cuándo se puede romper la barrera y contaminarte.  No es fácil, pero yo no trabajo con miedo sino con respeto. Eso hace que uno acate los protocolos y normas”.

Durante estas últimas semanas se han desarrollado muchas campañas ciudadanas en las que intentan expresar el respaldo a los trabajadores y trabajadoras de la salud.  Los aplausos a una hora determinados se escucharon en distintos puntos de la capital regional.  Cómo lo vives le consulto.  “La verdad tengo sentimientos encontrados.  Si bien es cierto cuando nos hemos organizado para luchar por una salud digna, es precisamente la ciudadanía quien nos critica.  Dicen que somos flojos, que demos un paso al lado sino queremos trabajar.  Entonces la ciudadanía no entiende que estamos peleando por ellos, no por uno.  Queremos brindar un servicio de calidad, eso es lo primordial.  Tú nunca sabes cuándo va a ser un pariente tuyo quien este acostado ahí.  Me gustaría que más que aplausos, digan el personal de salud tiene que estar protegido, no pueden faltarle elementos.  La gente corre menos riesgo con nosotros que con las personas en la calle que usan mal las mascarillas y los guantes.  Uno lo ve.  La desinformación es muy grande.  Nosotros sabemos usarla y la ciudadanía no.  Eso es lo primero que debieron hacer.  Enseñar a la ciudadanía a usar estos utensilios.  Entonces un día para la gente eres un héroe y luego eres un villano”

Si llega a caer enfermo

Su voz se torna suave.  Le pregunto cuáles han sido las mayores alegrías que ha experimentado durante estos años de labor.  No duda en responder que han sido muchas “Creo que no hay mayor alegría que ver salir a un paciente.  Hemos tenido pacientes que han estado al borde de la muerte y luego lo ves salir.
Nosotros hemos llorado en situaciones como esta.  Tanto con
personas mayores como jóvenes.
Ahí no importa si eres joven o adulto mayor, nosotros tratamos que todos salgan adelante, para eso van allí.  Si no es con todo sino pa que”
agrega con voz firme.

Trabajar con la muerte

Uno de los temas que más me llama la atención es saber cómo vive Marcela el hecho de trabajar a diario con la muerte.  Pelear para que las personas sobrevivan, se recuperen y no fallezcan.
“Eso es terrible.  hace años atrás me tocó perder a mi padre en una UCI.
Sufrí harto y enfrentarme nuevamente a la muerte, me sirvió.  Traté de no cometer los errores que cometieron conmigo, durante el tiempo que estuvo mi padre en la UCI.  Nunca perder la humanidad.  Si bien es cierto el paciente está dormido, hay una familia que está detrás.  Cuando mi padre estaba grave, yo estaba más preocupada que lo entubaran, que le aseguraran una vía aérea, no vi la necesidad de que hablara…yo no lo dejé.  Ahora siempre que entuban a alguien consciente, siempre le pregunto si quiere algún mensaje.
Me han dado muchos mensajes que llevo a su familia, a sus seres
queridos”.

Nunca se debe perder la humanidad, ponerte en el lugar del otro

Su voz se torna melancólica.  Lo silencios en su relato denotan la emoción.  Ser el último rostro que ve una persona antes de partir de este mundo, es una gran responsabilidad que exige de mucha humanidad y empatía.  Le hablo entonces
de sus tristezas.  “Una de las tristezas más grandes fue cuando un colega se contagió el H1N1 y se agravó.  Nunca más volvió.  Esa fue una gran pena.  Ver morir a gente que no deseas que se vayan.  Gente joven.  Una de las penas más grande fue la joven que hirieron en la notaría, un femicidio.  Me tocó atenderla.  Amanecimos con ella y la perdimos a eso de las seis de la mañana.
Desde el médico en adelante, todos nos derrumbamos”.

¿Cómo te gustaría Marcela que te recordaran cuando dejes el
servicio.  Cuando te pensiones?

“Me gustaría que me recordaran como la vieja fregada.  Porque uno trata que las nuevas generaciones trabajen bien, que no pierdan lo importante.  Esto es precioso.  Lo único malo es el sueldo bajo.  Entonces, si pueden estudiar más, háganlo.  Supérense.
Ahora existen las facilidades.
Nunca se debe perder la humanidad, ponerte en el lugar del otro.  Eso no se enseña en la carrera.  Eso lo aprendes en la práctica.   Lo que te enseñan en la universidad no es
nada con lo que aprendes acá, trabajando”.

Marcela se da un tiempo y necesita enviar un mensaje a quienes nos están leyendo.  Sin duda le ha costado mucho no estar con su madre.  Tener que verla de lejos “Si alguna vez se enferma que no sea por culpa mía”.

“Quiero que sean positivos.  No estén pensando con temor.  Si nos toca enfermarnos, como dice Mañalich, tenemos la mejor salud del planeta.  Entre nosotros nos vamos a cuidar.  Si llega a caer enfermo, no le quepa duda que lo vamos a atender y saldrá adelante.  Quédense en su casa.  Que valga la pena que yo deje a mis viejitas solas, que valga la pena que mis colegas tengan a sus hijos encargados…este sacrificio que valga la pena.  Cuando salgamos de esto podremos abrazarnos”.

“Si llega a caer enfermo, no le quepa duda que lo vamos a atender y saldrá adelante” Marcela Salinas, Técnico en Enfermería, Unidad de Cuidados Intensivos, Hospital de Puerto Montt por Betty Boom