Durante estos días de crisis sanitaria, pienso en abastecer mi despensa.  Lista en mano me dirijo al supermercado.  Recorro los pasillos, buscando aquellos elementos de primera necesidad.  A la salida, a pocos metros de mi, una mujer anciana me mira.  Tiene una mascarilla, que por su apariencia, denota mucho uso.  Me intercepta y estira su mano.  Su mirada se fija en mis ojos.  Me pide un poco de comida…Así conocí a Edith y en ella a tantas y tantos que hoy, no pueden quedarse en casa, cuidándose, pues no tienen que poner en su olla.  Veo el rostro, colmado de grietas, de Edith.  En cada una de ellas se escriben las injusticias e inequidades de este Chile que ha condenado a la pobreza a sus adultos mayores.

Con sus 72 años a cuesta, Edith va
al menos una vez a la semana desde su hogar, ubicado en el sector Linz, hasta
un supermercado cercano.  No lo visita para
comprar, sino más bien para pedir, a quienes transitan con sus compras, algo de
comida “Yo vivo con una hija de 50 años que es enferma.  Tiene esquizofrenia y diabetes…también con
mi esposo de 76 años.  Él me ayuda a
picar leña y algunas otras cosas en la casa, que está bien mala, así que él,
cuando conseguimos tablitas, trata de irla arreglando”
me cuenta
mientras mira a todos lados como buscando algo.

[aux_quote type=”intro-splitter” text_align=”left” quote_symbol=”1″ title=”title” extra_classes=”custom-css”]Recuerda que de joven era vendedora ambulante, en el tiempo que circulaba el tren “yo vendía fruta.  Compraba y la revendía, pero ahora no.  Mi marido hacía aseo en la calle.  Hoy ya no trabajo y me pagan una pensión de 113 mil pesos al mes” me cuenta mientras frota sus manos con algo de frío.[/aux_quote]

Mi jubilación solo me alcanza para 6 días.

Entre la pensión de su marido y la de ella suman un poco más de 200 mil pesos “con la platita que ganamos compro pollo, pan, pago el agua y la luz.  Encima tengo que pagar un crédito en Easy.  Me volví a endeudar, porque debía el agua y la luz.  Ahí pago 58 mil pesos por diez meses.  Es harto, pero que le voy a hacer.  Menos mal, tengo casa propia, así que no gasto en arriendo.  Pero esta platita no alcanza para completar el mes” aclara.

¿Imaginan ustedes qué se puede
lograr con 200 mil pesos al mes?  ¿Con
una hija enferma que depende de ella? ¿con artrosis en caderas y piernas?  Sin duda la historia de Edith nos habla de la
realidad de quienes, luego de ser trabajadores/as activos/as, deben entregarse
a la falta de recursos, justamente cuando se está en la época de la vida donde
el descanso y la tranquilidad debiera ser el pago de una sociedad a la que ella
aportó.  Donde las enfermedades comienzan
a asolar, donde el cuerpo se cansa y la felicidad parece ser esquiva para
quienes, como Edith, ven como un sueño lejano la posibilidad de vivir una vida
plena.

“Con la platita que recibo de mi pensión me alcanza como para 5 o 6 días.  Lo recibo en las manos y lo entrego, porque tengo que pagar mis deudas.  Ya no ando en micro ni nada porque no me alcanza.  Ando a pie no más” la artrosis en sus rodillas y en sus caderas se notan en su andar lento.  A momentos inseguro.  Los autos se mueven tras nosotras, la saludan y ella responde con amabilidad.  La cercanía con algunas personas demuestra que la conocen y que muchos empatizan con su historia.  ¿Quién no tiene en su familia a una persona pensionada que vive los embates y los resultados de un sistema económico que sólo ha apostado a enriquecer a quienes ya tienen (y mucho) y empobrece  a quienes por décadas trabajaron para no vivir, precisamente la pobreza?

Mi jubilación solo me alcanza para 6 días.

¿Le consulto si cree que cambie el régimen de pensiones en nuestro país?

No sé si la suban, no sé si la
arreglen.  Esa decisión está en el
Presidente.  Yo, mientras tanto, sólo
sueño que me gustaría estar tranquila, que no me falte para comer y que esté
sana.  Eso lo dejo en manos del Señor
mejor.  A ver si él me escucha y me ayuda.

Nos despedimos.  Ella continúa mostrando su mano a las
personas que pasan.  Algunas se detienen
y buscan alguna moneda que les sobre y se la entregan.  Otras, sólo pasan.  Parecen no verla.  Tal como muchos que tienen en sus manos la
posibilidad de cumplir los sueños de Edith, pero están sujetos al sistema
imperante que les impiden oír sus anhelos y pasan sin ver a ella y tantas Edith
que viven en la región y en Chile.
Prefieren disfrutar sus privilegios…mientras se preparan otros tantos
trabajadores/as para suplir el espacio que algún día dejará Edith a la salida
de este u otro supermercado.

Mi jubilación me alcanza sólo para 6 días…por eso pido comida a la salida del supermercado…por

Betty Boom

Entrevista: Rousse Glamour