Columna del Periodista Daniel Carrasco
Desde que nacemos, se nos acostumbra a llenar espacios vacíos, con el afán de no sentirnos solos. Cuando niños, por lo general sentimos ese miedo al vernos enfrentados al distanciamiento de los padres, su ausencia; ya que nuestro nivel de apego no nos permite diferenciar que somos un mundo aparte. Aquí, y es lo que por lo general- sobre todo en estas últimas décadas- que se viene acostumbrando a los más pequeños a centrar su vista y atención del mundo, a través de objetos, juguetes, series animadas, oferta publicitaria, etc, etc, etc. Esto los obliga a ser presas fáciles del oportunismo financiero, que ven en ellos un nicho importante para sus actividades.
Y así, crecemos y vamos aprendiendo a depender de cada cosa que aparece, creyendo ilusamente que vamos a sentirnos plenos, satisfechos y a la moda. Inmersos en un sistema que “produce” entes autómatas y competitivos, donde el exitismo social es la meta a alcanzar.
Estamos en otros tiempos claro, donde ha habido un cambio en la manera de pensar de muchos jóvenes, que ven la vida de una manera más conectada, pero con la pata coja, ya que se le ha enseñado a aborrecer ciertas normas morales y de comportamiento social, que son importantes a la hora de formar hábitos.
Pero nos estamos yendo por la tangente.
Dependemos mucho del entorno, y no nos damos cuenta que cada uno tiene un mundo por descubrir, desarrollar y crecer; que somos una proyección de lo que es este universo. Como lo dijo Hermes Trimegisto: “Lo que es arriba, es abajo”, por lo tanto, cada ínfima partícula que compone mi existencia en este plano, en esta dimensión, en esta realidad o como quieras llamarlo, contiene lo que el universo es.
El medio nos entrega todo
Vivir es fácil, sólo necesitas alimento, abrigo y poder relacionarte con tus pares, con la idea de compartir la parte de este universo que eres. Tu entorno te entrega todo lo que necesitas para poder iniciar este camino de crecimiento, y esa es la parte difícil de todo este cuento.
Dentro de este proceso de autoconocimiento, existen cosas que son bastante básicas – cabe señalar que, de cierta manera, el sistema ha propiciado elementos para que estas cosas que nombraré no puedan alcanzar su máximo potencial-.
En una etapa primaria, cuando nacemos, tenemos la responsabilidad – que está marcada en un inicio por nuestro ambiente y por el estímulo que nos puedan brindar nuestros padres- de aprender las funciones básicas de nuestro cuerpo, para lograr en algún momento de la vida, ser seres independientes y autovalentes. Existen muchos estudios que indican que, para poder desarrollar nuestro cerebro, debemos aprender a ocupar nuestra musculatura, ya que esto permite un mejor desarrollo (valga la redundancia) de nuestro sistema neuronal, aportando una mayor oxigenación a nuestro cerebro.
Hay neurocientíficos como David Bueno (español) que ha dado algunas conferencias acerca de este tema, y que intentan cambiar un poco el paradigma, acuñando la teoría de que la educación primaria debe estar cimentada en tres aspectos fundamentales, como el desarrollo físico deportivo, la música y las artes plásticas y manuales.
Si tiene tiempo, búsquelo en internet. En youtube hay una conferencia completa, donde detalla de manera bastante simple, la significancia de estos tres puntos nombrados en el párrafo anterior.
Esto está mal
Entonces; actualmente el escenario es completamente diferente, donde las estadísticas señalan que no existen hábitos de este tipo, con una población obesa y que sigue teniendo como vía de escape, el carrete del fin de semana, donde se toma hasta reventar, con la falsa ilusión de que realizando esto continuamente, somos dueños de nuestras vidas. A eso le sumas el arribismo y la poca comprensión de lo que es fundamental, puesto que vivimos endeudados, gastando plata que no tenemos, para tratar de pretender que somos felices y estamos en los estándares generales. También podemos sumarle que nos alejamos de ser quienes somos porque el escrutinio social es tan fuerte, que denota ese vacío interior, que se afanó en acaparar objetos, aparentando ser “correctos” ante los demás, para no sentirnos como bicho raro.
Si entendiéramos que todo lo que nos ha planteado este sistema está mal, que ha sido creado a la medida de unos pocos, y que cada acto que pasa -cada incidencia mundial que sucede está previamente calculada, como un juego de ajedrez, donde la geopolítica es su proyección mundial- las cosas quizás serian un tanto diferentes.
Como les decía, para vivir necesitamos muy poco, ya que lo complejo de todo esto es aprender a vivir con nosotros mismos, a desarrollarnos en todos los sentidos, tanto física, como racional y emotivamente hablando. Es un camino difícil, pero es necesario hacerlo, porque si no, sufrimos, porque nos dejamos llevar por los miedos y por el ego alimentado por este sistema, que crea falsas ideas de lo que es la existencia de un ser consciente; que está aquí cuestionando y tratando de entender cuál es su propósito en este existir.
Al comprender esta naturaleza, el sistema deja de ser necesario. Me imagino que pueden preguntarse qué tiene que ver esto con la contingencia, el sistema, el gobierno, y bla bla bla. Bueno, nada y mucho a la vez.
Dispersos
En reiteradas ocasiones he comentado a través de mis notas, lo poco creíble que es este escenario mundial, donde la pandemia ha sido la protagonista de casi 11 meses de noticias, con cobertura mundial, minuto a minuto; con políticas contradictorias, con números que develan la supuesta “mortalidad” de este virus. Donde se sabe y hay registros estadísticos de ello, que señalan otras causas de muerte por enfermedades y demases, mucho más altos – pero para que vamos a dar la lata con eso, ya que se ha dicho y los datos están, sólo hay que saber leerlos-.
El punto aquí, es que estamos en un momento de la historia, donde sabemos muchos que hay cosas que están mal, y aun así seguimos callados. Por conveniencia, por oportunismo, por individualismo, por miedo, por cobardía. Nos hemos enfrascado en la eterna lucha del “colo” con la “U”, de que tú eres “zurdo” y yo soy “momio”, y así un sinfín de clasificaciones, ideologías, y sectarismo ilusorio que nos conduce a nada, porque nos desvincula aún más de lo que somos.
Lo complejo no es la vida, si no que aprender a vivirla, con todo lo que somos, donde la naturaleza está presente en todo nuestro interior, tanto en lo físico como intelectual, que, en un desarrollo óptimo, desencadena en nuestra conciencia.
Creo que eso falta, creo que nos han llenado “el culo” de boberías, que lo único que hacen es nublarnos la vista y la capacidad de comprender. Que hemos perdido el foco, creyendo que, en la obtención de poder, riquezas, fama, likes está el premio de la vida.
cuáles son los factores causales que empujan a la sociedad en su conjunto a adoptar dichas formas de enfrentar la vida.
Existe una causa… y es que se ha ido implantando con ingeniería social, pausadamente; poco a poco. Para el grueso de la sociedad, sin conocimiento, y muchas veces ignorante, se va tomando con normalidad, aquello que en claras condiciones de conciencia no lo sería.
Todos somos responsables de lo que sucede hoy por hoy, al permitir que se nos engañe, creando castas y peones protectores de este sistema, ya que nos atontaron con la comida chatarra y la televisión por cable, con los programas misceláneos, donde la entretención era más importante que el debate, la cultura, el conocimiento, el deporte, la espiritualidad.
Estamos ad portas de un antes y un después, ya es hora de que comencemos a asumir hábitos y responsabilidad sociales, porque nos acercamos cada vez más a lo que relató George Orwell en su novela “1984”, hace ya más de 70 años atrás. ¿Dónde queda la libertad?, Ese es el punto; aunque claramente la libertad como concepto amplio no existe. Solo los animales no tienen responsabilidades. Pero… ¿EXISTE EL LIBRE ALBEDRÍO?, o, ¿la capacidad de elegir que queremos, que pensamos hacer?
PIENSO, SIENTO, ACTÚO…